De vez en cuando todos leemos mentiras. En papel o en pantalla algunos cuentan el pasado reciente asumiendo conclusiones falsas o manipuladas, intencionadamente o por ignorancia. Un caso frecuente es el que sufre la llamada revolución de las flores, la sociedad agitada en tiempos de la guerra de Vietnam, el Mayo de 1968 y el río de mentiras y ajustes de cuentas que aquello desencadenó desde entonces hasta hoy cuando algunos resucitan la historia relatada a su conveniencia. La propaganda reciente nacida en los laboratorios especializados de la extrema derecha norteamericana, difunde discretamente, también en España, la idea de que aquella ‘revolución de las flores’ fracasó. Conocemos bien los métodos actuales de reescribir la historia al gusto de los amos del mundo, los que consisten en repetir millones de veces una mentira para convertirla en verdad ‘alternativa’.
En los pasados años sesenta, aún mucho más que hoy, parecía que el mundo giraba alrededor de los Estados Unidos y de Europa Occidental. Asia no existía más que por la imagen de un Japón vencido, reflejo oriental de sus vencedores en la guerra. El comunismo en la Unión Soviética elaboraba un experimento al que muchos no deseaban mirar y que la mayoría ignoraba, escéptica ante intoxicaciones informativas de uno y otro lado.
Europa se rehacía lentamente de aquella terrible locura de la segunda guerra mundial y los jóvenes inquietos comenzaban a buscar modos de vida alternativos, cansados de las propuestas de una sociedad sometida a rígidos criterios económicos y a una moral hipócrita heredera de lo peor del puritanismo protestante. La guerra de Vietnam, fue el detonador de una revolución que ocurrió en Europa y en Estados Unidos y cambió el mundo.

Lo cierto es que, tras aquellos sucesos de 1968, algunas cosas muy importantes cambiaron radicalmente. El hundimiento de la Unión Soviética terminó con algunas consignas y teorías difundidas en Mayo del 68 y en Europa algunos movimientos sindicales trataron de apropiarse en exclusiva de algo que era mucho más que una petición de cambio de las estructuras económicas. Y fue precisamente lo que iba más allá de la economía lo que sobrevivió de aquella revolución truncada. Y lo que cambió la sociedad, modificando sus ideales y sus costumbres.
España vivía marginada en una confusión tensa, llena de sobresaltos y oscuras premoniciones. La sociedad española seguía vigilada de cerca por sus carceleros habituales, una iglesia y un ejército que quizás ignoraban hasta qué punto habían quedado fuera de los proyectos de vida de los jóvenes. Y recibía con dificultades y asombro las noticias que llegaban a través de radios, publicaciones y películas, a menudo prohibidas. Pero el mensaje también acabó por llegar y aquí encontró un eco todavía mayor. En Europa y en Estados Unidos los jóvenes encontraban insuficiente una sociedad que como único proyecto de vida les ofrecía un mediocre trabajo de serie y una estructura social y familiar rígida e hipócrita para sus escasas horas de ocio. Paradójicamente, en España esas referencias europeas resultaban todavía atractivas por la libertad relativa que permitían.
Y la verdad es que la revolución de Mayo del 68, trajo un importante cambio en el concepto del trabajo, una idea que siempre permanece en muchas mentes, a veces quizás bajo esos adoquines que son los años, como cuando jóvenes de París decían buscar su playa bajo los adoquines de sus calles. Es la vieja y nueva idea de que el trabajo debe ser tan sólo una parte de la vida y que, al margen de lo que haga para ganar su sustento, la persona tiene múltiples capacidades que debe desarrollar si así lo desea.
Las convulsiones de 1968 también trajeron algo que, interesadamente, rara vez se les atribuye. La libertad de costumbres, también de las sexuales, una libertad más en definitiva pero de una importancia casi dramática en muchos casos. Es la idea de que la sociedad está compuesta por personas que habitan el mundo para tratar de ser felices al margen de algunas obsesiones religiosas impuestas por organizaciones con vocación inquisitorial. Los jóvenes españoles de hoy heredaron esa libertad y en su mayoría parecen valorar ingenuamente la sociedad libre que tenemos, la que ese concepto ayudó a conformar, como algo estable e inmutable, derivado del simple hecho de vivir.
Seguramente muchos de ellos no imaginan que precisamente estas libertades constituyeron y constituyen una ofensa a los ojos turbios de algunos católicos, o musulmanes, fundamentalistas fanáticos, y que si al alcance de éstos hubiera estado la posibilidad de impedirlo nunca se habrían establecido. Quienes piensan además de vivir sus vidas pronto descubrirán que la búsqueda de la felicidad alcanzable por una sociedad es únicamente preocupación de los que ahora llaman con cierta condescendencia despectiva los ‘progres’. En ese permanente conflicto entre quienes defienden programas avanzados y quienes viven estancados en fórmulas pasadas las personas cambian y progresan, la mayoría lo hace simplemente llevada en su inconsciencia por el aire de los tiempos. Pero ignoran que el aire de entonces fue totalmente renovado por muchos que dedicaron sus mejores esfuerzos a ese ideal…

Las revoluciones tienen su música y aquella no fue excepción. La gran mayoría de los cantantes que hoy se encuentran en los primeros puestos de las listas comerciales serán pronto casi unos desconocidos. Probablemente dentro de unos pocos años para saber de ellos o de su trabajo habrá que recurrir a las hemerotecas y aún allí ocuparán poco espacio. Sin embargo otros permanecen durante generaciones, convertidos en clásicos, y la música que crearon o que interpretaron pasa a un gran espacio de fantasía en donde se establecen, protegidos del tiempo, para aliviar heridas y nostalgias.
Si la revolución del 68 tuvo un icono que alcanzó al mundo entero ese fue la cantante norteamericana Joan Baez. Su bella voz resultará hoy casi desconocida para muchos aunque representa más que cualquier otra lo que en los años 60 y 70 del siglo pasado se entendió como ‘canción protesta’. Su compromiso político a favor de los derechos civiles en Estados Unidos y de las causas pacifistas o medioambientales en todo el mundo tuvo una enorme repercusión. Son ideales olvidados hoy en gran parte y con ellos se pierden en el tiempo los nombres y hechos de quienes mejor los defendieron. Si por nostalgia se debe entender una especie de dolor del pasado debo reconocer que aquel pasado duele al menos en una comparación y es la que puede hacerse entre aquella generación en gran parte comprometida con ideales y causas solidarias y las actuales, más desorientadas, seguramente más materialistas.
Pero al margen de como trate el futuro a las canciones de la Joan Baez militante, valiente y comprometida, creo que muchos la mantendremos en nuestro espacio de fantasía por al menos dos canciones que sobrevivirán a su tiempo. Son ‘Diamonds and rust’ y la preciosa ‘Jesse’ de Janis Ian, de la que Baez hace una magnífica versión en una grabación de 1975. Si es cierto que el arte de los artistas felices casi no crece quizás tampoco las canciones tristes conmuevan a los oyentes felices. Y son obras que no suponen nada nuevo, lo sé. Son canciones sobre amores perdidos, de amores que duelen, pero no es necesario abandonarse a la nostalgia para apreciarlas. Establecen un diálogo imaginado entre la cantante y su persona amada, contando un amor terminado para Baez, perdido o ausente para Ian. Y desde la melodía y la poesía suben para quedarse entre nuestros éxitos, entre nuestras canciones de siempre. Flores y diamantes que superan el tiempo.
Joan Baez A&M Records 3932332 1975
Muy buenas reflexiones sobre un mundo que se despedaza y parece caminar como el cangrejo, para atrás. Hoy, 18/8/2021, viendo las noticias de Afganistán y el triunfo del fundamentalismo, me pregunto qué quedó de aquellas libertades conquistadas con tanta pasión. A mis 18 años, en una Argentina convulsa y cambiante, la lucha por nuestras libertades nos parecía lo normal. ¿Qué quedó de aquellas luchas? ¿Supimos transmitir lo vivido a las nuevas generaciones o sólo les ha quedado la certeza de que esta feliz sociedad en la que vivimos es inalterable y no podría desaparecer en un instante? Me voy a dormir con el corazón encogido. Gracias por el mimo de escuchar a Joan Baez. Un cálido saludo.
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Entonces se hizo una revolución y algunas no duran o al menos no en todos sus aspectos como en el caso de ésta. Pero eso no quiere decir que haya que aceptar el relato inventado que muchos tratan de vendernos ahora. Creo que la verdadera revolución de nuestro tiempo es internet y nos obliga a recibir una lluvia de basura en forma de mentiras a cambio de poder difundir nuestro relato sincero sin otras manipulaciones que las que la memoria elabore involuntariamente. Y además podemos con él difundir la bella música que habla por sí sóla de aquel tiempo. Gracias por tu comentario y un saludo
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He tenido algo abandonado mi blog y no había visto tu comentario. Realmente el mundo cambió mucho, en algunas cosas para bien. Y aquella fue una sociedad más inquieta e idealista aunque tuvo también sus lado oscuro de violencia. Baez, grande, creo que aun compone y seguramente recuerda a Dylan. Gracias por comentar.
Salud
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Muy acertado el tema en unos momentos en los que se presiona (el conservadurismo que no cesa) para que la ciudadanía acepte renunciar a muchas libertades conquistadas.
Esos sesenta fueron un estallido de ideas y actitudes que florecieron por partes y que supusieron una revolución del mundo occidental desde una visión joven dispuesta a encarar el futuro con nuevas hechuras, con un concepto más amplio y práctico de la libertad. Eso sí, tenían una ventaja. Aquellas y aquellos jóvenes partían de sí mismos y sí mismas y luchaban por un horizonte libre de barreras. Surgieron movimientos sociales, culturales, políticos de los que, desde este presente, somos deudores. Y todo ello lo deberíamos tener en cuenta para avanzar, para no cejar en el empeño de transformar la sociedad por muchas consignas regresivas que pretendan concentrarnos en los viejos rediles.
Qué gozada volver a escuchar a Baez.
Salud.
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