El sexo y la fama

Siempre me llama la atención el viejo conflicto entre la intimidad y la fama de algunas personas. Suele aparecer regularmente en periódicos y televisiones porque es un tema permanente, resultado de nuestro tiempo sobre el que llueven imágenes y deseos en todas direcciones. Usualmente afecta sobre todo a lo que ahora se entiende con ese extraño concepto de ‘famosos’, que incluye a la familia real y allegados pero no a los políticos. Estos pertenecen a un grupo aparte y tienen exclusivamente fans limpios de cualquier sentimiento que no signifique sumisión y sus contrarios, los que dedican su vida a odiar. Cuando los afectados en su intimidad son los reyes y su entorno confieso que sus problemas familiares me interesan muy poco y si algo me puede preocupar de ellos es la posibilidad de que sus carencias o sus ardores se transmitan a los vulgares mortales que somos sus ‘súbditos’ y acaben perturbando lo que deben cuidar. O sea, lo que está ocurriendo actualmente.

Algunos, para quienes su fama resulta ser incómoda, impuesta, quizás injusta, pero inevitable, claman pidiendo justicia y paz en su vida. Pero la fama vende y, aunque sea impuesta, los medios compran y venden en el mercado de las pasiones, la gente sueña, odia y ama sus propios sueños. Los que juegan con fuego y llaman en su ayuda al monstruo de la publicidad para vender una parte de su vida descubren que se la venden casi toda. En algunos casos el sexo queda lejano, al fondo, casi inexistente. Pero hay otros.

Esclavo de sus pasiones, cada uno alimenta sus fantasías con la leña que las hace arder. Hoy como siempre deseamos lo que no tenemos y quizás en lo único que se distingue verdaderamente nuestro tiempo es en que los medios de comunicación pueden mostrárnoslo continuamente sin compasión y sin descanso.

Por todas las vías imaginables se nos muestra lo que nos falta y lo que nos sobra, cuanto ansiamos y cuanto perdimos. Vemos que si algunos rechazan la fama impuesta otros repudian la que han sembrado. Como tantos, me declaro siempre admirador de la juventud, que es la belleza, a veces. Tan frágil, tan pasajera…y tan rentable. Por un falso pudor intelectual algunos hacen como si no la vieran, dicen ignorar las frivolidades en su camino y buscar sólo talento. Sin embargo, la belleza cuesta tanto adquirirla como el talento: ambos vienen instalados de fábrica y necesitan parecidas atenciones. Hablando por mí, como debe ser, admito que no tengo el pudor de negar que disfruto con el espectáculo. Y que a menudo junto a la belleza también encuentro talento.

Algunos jóvenes actores y actrices, como otros cantantes o modelos que viven de la televisión y del cine, resultan en esto de la fama los más contradictorios. Para solaz de los mirones que somos todos, venden sus cuerpos gloriosos, felizmente desnudos cada dos por tres con cualquier excusa ya sea una película, una serie de televisión o publicidad de una ropa escasa. Y la revolución hormonal que se desprende de su generosidad provoca un ansia adolescente, juvenil y también de edades inconfesadas. El pasado esplendor en la hierba proporciona bien pocos calores y periódicamente el viento de las imágenes nuevas reaviva sus brasas trayendo un consuelo tan pasajero como todos.

Una frontera infranqueable del periodismo rosa está en el umbral de la casa de su ‘víctima’ y así debe ser pero, a pesar de todo, a menudo los fans desean ver, conocer, algunos incluso tocar los cuerpos sagrados. Muchos sueñan húmedas fantasías con los adorados ídolos que defienden su intimidad y todo este revuelo absurdo de nuevo hincha las velas de quienes se benefician con él. Quizás todo este ruido y furia no es más que la simple consecuencia de seguir el impulso que todos llevamos dentro y nos hace sensibles al dulce canto que emite la juventud fugaz.

Y es entonces cuando ellos, que han vendido legítimamente su talento y la imagen de sus cuerpos en el mismo lote, que han cobrado cantidades importantes de dinero por ello y con frecuencia se han divertido haciéndolo, reaccionan muy dignamente exigiendo que de su vida privada nadie deba saber nada. En esta lucha justificada entre el deseo de ver y el de no ser visto, la fama resulta un estorbo que antes fue una ventaja. Pero la culpable del conflicto rara vez es la fama. Con frecuencia lo que está detrás de ella es, una vez más, la fuerza de los mil nombres: la atracción sexual, vamos, quiero decir el sexo. Lo que mueve el mundo en casi todas sus direcciones. Vaya novedad…

Créditos de las imágenes

Cabecera : Manuel de los Galanes. pruebas Miss España
Desnudo  : Lydia Cheng (web)
Restantes imágenes de la web

4 comentarios en “El sexo y la fama

  1. Personalmente, a pesar de mi edad, me siento muy a gusto con la juventud. No la añoro ni la admiro, pero me encanta escuchar sus puntos de vista que a veces me desenfocan mis «no reconocidos» prejuicios. Lo del famoseo es otra cosa. Me resisto a interesarme por alguien a quien no conozco y, como tú muy bien dices «han vendido legítimamente su talento y la imagen de sus cuerpos en el mismo lote, que han cobrado cantidades importantes de dinero por ello y con frecuencia se han divertido haciéndolo, reaccionan muy dignamente exigiendo que de su vida privada nadie deba saber nada.» Aunque a veces… ser voyeur me tienta.

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    1. No recuerdo mi juventud como un tiempo feliz, creo que suele ser un tiempo de confusión, uno tiene poca experiencia y a la vez demasiadas dudas y deseos, para pocos será un tiempo de felicidad. Y también creo que todos llevamos el impulso del voyeurismo, será algo instintivo. Lo controlamos, hay que respetar las limitaciones que nos impone quien es mirado, es su derecho…
      Gracias por comentar y un saludo

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  2. Juventud fugaz… Qué bien la has adjetivado. Pero de esa fugacidad no se es consciente hasta que la propia juventud va quedando atrás y, mientras te tomas un trago a la puerta del bar de siempre, aparecen un grupo de jóvenes (jóvenes-jóvenes) y escuchas: «Pasa de largo que en este bar solo hay viejos». Y la apreciación te sabe a mazazo porque todavía te tienes por una persona joven…

    También lo del famoseo es relativo; depende de la actitud de la persona conocida. Escribir, pintar, interpretar, posar, cantar, bailar, practicar un deporte son actividades que pueden poner a una persona en ojos y boca de otras, pero incluso quienes viven de cara al público tienen sus parcelas de intimidad donde nadie debería entrar salvo que la persona en cuestión decida exponerse sin cortapisas. Ah, pero lo que vende -y tienes razón- es aquello que resulta más personal, menos conocido… A veces, nuestra curiosidad como público pasa por alto que también nosotros tenemos facetas en off que deseamos preservar.

    Me ha encantado el post.

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