La pasión del cocinero

Le oía como quien oye llover. En cuanto aparecía el primer plato de cada comida o cena familiar comenzaba su interminable rosario de quejas y sugerencias para sustituir o mejorar guisos, una letanía insufrible de recuerdos de grandes momentos gastronómicos gracias a tal o cual cocinero que conocía realmente su oficio, no como ocurría con quien había preparado ‘aquello’. Mis hermanos y yo intercambiábamos muecas de resignación, aburridos de su insistencia, asombrados de la importancia que aquello podía llegar a alcanzar en una vida que parecía equilibrada. Mi madre sonreía comprensiva, un punto indiferente, y prometía una vez más conseguir el nivel necesario para satisfacer los apetitos de aquel pelma perfeccionista.

En aquellos tiempos, cuando la vía al virtuoso sexo matrimonial perdía su poder de seducción a fuerza de engendrar hijos o de simple aburrimiento, los puritanos como él buscaban escapes. Y, ayer como hoy, solían caer en el vicio que tiene mejor imagen: la socialmente inofensiva gula. La pasión que rara vez ofende y que todos comprenden. Testigo inevitable de tantas escenas, tras años de aguantar aquella absurda representación, me juré que jamás en mi vida caería en semejante obsesión. La comida podía ser a veces, pocas, fuente de placer pero nunca mucho más que una cuestión de supervivencia rodeada de una puesta en escena más o menos sofisticada. La vida ofrecía alternativas mucho más interesantes para una pasión.

Pasó mi juventud fugaz y confundida y mis pasiones siguieron buscando en vano un objetivo. Llegó mi madurez y todas ellas sobrevivieron sin apaciguarse en aquella sociedad provinciana y monjil, inamovible herencia envenenada del tiempo de los tragones. En cambio, la herencia en dinero que él me dejó al morir se terminó pronto y me vi obligado a buscar trabajos de fortuna. Rebotando de uno a otro durante años, finalmente fui a caer dentro del uniforme de camarero en un restaurante de prestigio. Y cuando mi imagen comenzó a no alcanzar el elevado nivel que se exigía, fui suavemente empujado hacia las cocinas con la amenaza sugerida de que si no lo aceptaba sería bruscamente empujado hacia la puerta.

Aprendí pronto y resultó que, inesperadamente, tenía un don para los guisos. Sabía llegar a ese punto G de los sabores, el que los hace distinguibles al placer de comer. Estaba en la punta de mis dedos y hasta entonces lo había ignorado. Pronto ascendí en el rango de aquella cocina ilustre y en ella sigo.

Como suele ocurrir, aparecieron canas antes de que los fuegos del corazón se apagasen y la vida me ha ofrecido para ellos una salida amarga, lo que también suele ocurrir. Me ha concedido una maldición en la madurez y me ha enamorado. Un cuerpo joven se ha convertido en mi obsesión casi senil. Entre humos y vapores habito un infierno de pasiones crudas. Los ventiladores llevan por sus tubos aromas de delicias dulces y saladas y junto con mis maldiciones suben al cielo blasfemias envueltas en suave vapor de pescado, juramentos descarnados, extraídos hacia las nubes con el toque elegante de la alta cocina.

Tengo mis días. Entonces, mi imaginación, cuando no me ahoga, me ayuda. Definitivamente fuera de mi alcance el suave tacto de las formas que deseo, las carnes, las verduras y los caldos en sus cazuelas me sugieren los caminos interiores de su cuerpo. Pero, la naturaleza tiene su servidumbre oscura, al comienzo o al final de ese camino, yo espero. Me traen el deseo de su boca irresistible y el menos confesable placer del final de recorrido, donde, limpias ya de sus menesteres biológicos, quedan seductoras superficies para juego de amantes entre los que nunca estaré.

Lavo rojas fresas que coloco entre sus labios, preparo dulces jarabes que extiendo sobre la seda de sus pezones o la tensa piel de su vientre. Apoyado en su pecho sueño con el aire limpio de un amanecer a su lado y escucho como su joven corazón arrastra al mío cansado, confuso y débil. Entre el calor de los fogones y los vientos incansables de los ventiladores vivo mi pasión y me acuerdo de ti, padre…

Imágenes de internet

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